Objetivos: ¿para qué sirven todos esos números y letras?

En la entrada anterior hablábamos de las cosas en las que hay que pensar antes de aventurarnos a ampliar nuestro equipo… pero uno de los factores más importantes antes de comprar uno nuevo (y antes de casi cualquier cosa) es tener conocimientos previos del tema para saber qué es lo que estamos haciendo. ¿Para qué? Pues quizá no para evitar que nos timen, sino para evitar timarnos a nosotros mismos. La ignorancia es muy atrevida y si no conocemos ciertos datos sobre las lentes fotográficas podemos dejar que esto nos juegue una mala pasada…

La razón es muy sencilla: alguien que tenga un 18-55mm y piense en que necesita un objetivo con un rango más amplio, nos preguntará qué necesita. Le podríamos decir que se hiciese con un 55-200, por ejemplo… y el entraría en Internet para comprárselo. Buscaría el más barato y… «Es un 55-200. ¡Sólo 100 euros! Me lo compro.» Y no miraría nada más. Pero teniéndolo en casa, quizá descubra que no le ha salido tan barato… Los objetivos no solo se distinguen por «los numeritos del zoom«, vamos a ver qué más hay que mirar.

Distancia focal

Es lo que normalmente leemos primero en un objetivo, lo que creemos que nuestra cámara «tiene de zoom» cuando somos novatos. Pero sí y no… La longitud focal, que se representa en milímetros, es la distancia que existe entre en centro óptico de la lente y el foco (el sensor, en el caso de las cámaras digitales).

Existen dos clases:

Focales fijas: sólo tienen una distancia focal y no podemos moverla, por lo que nos obliga a cambiar de lente con más frecuencia que con una variable o a movernos constantemente. Los cristales son fijos, suelen ofrecer una mayor calidad.

Focales variables: los que tienen zoom. Los números representan la menor y mayor distancia focal que cubre ese objetivo. Los cristales están contenidos en un tubo, que se acorta y se alarga para modificar la distancia entre ellos (eso es a lo que llamamos zoom), por lo que la calidad se reduce con respecto a los fijos.

Apertura

Ya conocemos el término apertura y sabemos lo que son los famosos números F… Pues en el caso de los objetivos, se usan como indicador de la apertura máxima del diafragma de esa lente.

En algunos nos encontramos un solo número (como f/1.8), es decir, una apertura fija, mientras que en otros nos encontramos la variación de esa apertura máxima dependiendo de la distancia focal que estemos usando en cada momento (como f/3.5-5.6)*, es decir, una apertura variable.

*(Para entendernos, si un objetivo es 55-200mm f/3.5-5.6, esto quiere decir más o menos que cuando la distancia focal sea de 55mm, la apertura máxima será 3.5 y que, cuando trabajemos en 200mm, la máxima será de 5.6)

Sabemos de sobra que, a menor número, mayor apertura… Por lo tanto un f/1.4 será bastante más luminoso (y más caro) que un f/1.8 porque permitirá que el diafragma se abra más y que pueda pasar más luz.

Es importante recordar que es tan solo uno de los factores que condicionan la calidad del objetivo, no por ser más luminoso un objetivo será mejor que otro.

Otras siglas

Aquí es donde podemos encontrar mayor confusión porque cada marca usa las suyas propias… Estas siglas representan diferentes características y prestaciones que debemos valorar a la hora de comprar un objetivo, desde el enfoque automático hasta la estabilización, el tipo de lente, etc.

Os pongo una tabla súper útil que he encontrado en Configuracionvisual.com (pinchando en el link podemos leer detalladamente el significado de cada una de ellas)

Una vez conozcamos todo lo que significan los números y las letras que viene junto a la marca de nuestro objetivo, podremos distinguir con criterio lo que debemos comprar de lo que no.

Seguro que ahora entendemos mejor el ejemplo del principio y sabemos que el fallo principal al buscar un objetivo es pensar que el más barato de todos es el que tiene el precio más bajo. Ya sabemos por qué vale unos 100 euros un Tamron 55-200mm f/4.0-5.6 sin estabilizador de imagen (que para nada es un mal objetivo, pero es tan barato por su baja luminosidad y su falta de estabilizador) o por qué un Canon EF 50mm f/1.4 USM cuesta unos 200 euros más que un Canon EF 50mm f/1.8 II.

Y también sabemos mejor qué necesitamos porque ya no sólo conocemos nuestra cámara, sino que sabemos leer qué es lo que tiene cada objetivo para poder complementarla con lo que verdaderamente necesita.

Lo que se ve cuando no se ve nada: fotografiando en la oscuridad

Ahora que es verano suele pasarnos que salimos por la tarde a hacer fotos y se nos hace de noche… Cuando empezamos en esto de la fotografía tenemos dos temores horribles: pasar del modo automático al manual y la oscuridad.

Pero como todo en esta vida, lo primero para despojarse del miedo es tirarse al agua de cabeza sin pensarlo dos veces. Vamos, que cuando caiga la noche es mejor quedarse y probar que marcharse a casa.

La fotografía nocturna es comúnmente conocida como fotografía de larga exposición (aunque podemos usar tiempos de exposición amplios durante el día sin problema). Si recordamos post anteriores, la exposición es la cantidad de luz que recibe el sensor de nuestra cámara y depende de dos factores, principalmente: la velocidad de obturación y la apertura del diafragma.

En este tipo de ocasiones, tratamos de captar la poca luz noctura usando tiempos de exposición muy largos (de ahí el nombre)

¿Qué necesito?

Una cámara que nos permita configurar la velocidad de obturación y que tenga modo BULB, para configurarla en tiempos superiores a los 30″.

-Lo más importante y esencial, aparte de la cámara, es el trípode. No hay más, lo vamos a necesitar sí o sí a no ser que queramos ir apoyando nuestra amada máquina en el suelo o en cualquier tipo de superficie… y mejor que no.

La fotografía de larga exposición requiere que la cámara esté fija (por muy buen pulso que tengamos, entre las manos siempre nos cargaremos la foto) porque el más mínimo movimiento hará que se nos fastidie todo.

Apagar el flash. Hay muchos fotógrafos que usan el flash como complemento en la fotografía nocturna… pero de momento nosotros no deberíamos usarlo si es nuestra primera vez y menos aún si es el flash integrado. Es mucho mejor aprender cómo funciona la cámara en la oscuridad sin ningún elemento luminoso complementario.

-Un disparador remoto, aunque esto es prescindible. Yo nunca lo he usado, pero muchos fotógrafos lo suelen usar para garantizar que no exista ni el más mínimo movimiento al pulsar el disparador.

Linternas y otras luces artificiales si queremos experimentar con el light painting, la técnica de «dibujar con luz» de la que hablaremos más adelante. Podemos utilizar incluso la luz del teléfono móvil… pero a lo mejor una linterna nos es útil también si estamos en un entorno demasiado oscuro, aunque sea para ver por dónde pisamos.

Impresionante fotografía de http://www.tallerescasadelatorre.es

¿Dónde puedo ir?

A cualquier sitio. Mientras esté oscuro, no importa que sea tu habitación, como un parque, el campo o una calle. La cosa es que aprendas bien cómo se comporta tu cámara cuando hay poca o ninguna luz para poder planificar después tus salidas y conseguir lo que buscas.

¿Cómo lo hago?

Configurar la cámara depende totalmente de la luz que haya en el lugar en el que te encuentres y de lo que quieras fotografiar.

Lo más importante de todo es que esté en un modo totalmente manual. La falta de luz hace que la cámara «se aturda» y ofrezca parámetros que normalmente son erróneos… además, en la oscuridad, el enfoque automático no encontrará ningún punto de referencia y la máquina no disparará.

1. El ISO

Ya hemos hablado del ISO anteriormente. Un error muy común las primeras veces es el de creer que, a mayor ISO, más se verá en la foto… pero lejos de la realidad, cuanto más alto sea el valor que le demos, más ruido obtendremos.

Además, si ponemos el ISO a 1600 (por ejemplo) dará la sensación de una luz diurna falsa y queda muy raro. Es mejor poner el valor en 100 o 200 y disparar así, aunque el tiempo de exposición que necesitaremos será mayor.

National Geographic

2. La apertura

Ya vimos que, a mayor apertura, más luz entra en nuestro sensor. Según el ISO que usemos, el diafragma deberá estar más o menos abierto. Lo ideal es ir probando para ver cuál es la que más nos conviene, pero trabajaremos mejor con el diafragma poco abierto.

3. El obturador

Cuanto más abierto esté el diafragma, menos tiempo de exposición necesitaremos.

También recomiendo ir probando con diferentes tiempos para ver lo que queremos conseguir, empezando por tiempos bajos hasta llegar a 30″ en adelante.

4. El balance de blancos

Con la temperatura, le damos «color» a la luz. Si podemos configurarla manualmente, mejor, así podremos hacer que la foto sea más «fría» o más «caliente».

Si no, lo ideal es configurarla según la luz que haya o la que vayamos a usar (no es lo mismo una farola que una linterna o los faros de un coche).

5. El objetivo y el enfoque

Dicen que lo ideal es usar un objetivo angular para este tipo de fotografía, pero para empezar podemos arreglárnoslas con lo que tengamos.

Tampoco es muy bueno usar filtros… yo solo suelo usar el protector por el día, pero lo quito porque la verdad es que genera reflejos. Si somos patosos, o simplemente precavidos, podemos usar el parasol para que el golpe no sea tangrande si se nos cae la cámara.

Y el tema del enfoque es lo que más nos traerá de cabeza al principio… ¿¿cómo enfoco si no veo?? Podemos ayudarnos de algún punto de luz para enfocar directamente a él. Simplemente nos podemos delante de la cámara con esa luz a la altura que queramos enfocar y listo. Si estamos solos, podemos usar una linterna para apuntar adonde necesitemos desde lejos.

National Geographic

¡Cuidado con la batería!

Cuando hacemos este tipo de fotos, la cámara se «esfuerza» mucho… y pierde batería más rápidamente. Nos puede pillar desprevenidos y que nos quedemos tirados en medio de la sesión.

Lo mejor es planificarse bien o llevar una de repuesto.

La apertura y la obturación, esa extraña pareja

En ocasiones las parejas son así: cada uno se dedica a algo completamente diferente del otro pero se complementan de una manera perfecta y casi mágica. Para entender cómo combinar la apertura y la velocidad de obturación, primero debemos aprender qué es cada cosa.

La apertura del diafragma

El diafragma es la parte de la cámara que determina el tamaño de la apertura. Para que nos entendamos, el objetivo posee un «agujerito» por donde pasa la luz que entra en la cámara. Nosotros podemos controlar esa cantidad de luz mediante la abertura de ese «agujerito», que haría las veces de la pupila del ojo. Cuanto más abierto, más luz entrará y viceversa.

Está compuesto por un sistema de láminas que en forma de disco se ajustan a las variaciones que se les ordene según especifiquemos el número f.

¿Qué es eso del número f?

Técnicamente, el número f es la relación entre la distancia focal (distancia entre el centro óptico de la lente y el foco cuando enfocamos al infinito) y el diámetro de abertura efectivo.

Aunque se refiera a ella, el número f no es exactamente la apertura del diafragma (la apertura es la abertura física del diafragma), sino que se trata de una representación numérica de esa abertura.

¿Cómo se leen los números f?

El concepto básico que no debemos olvidar es que los números f van «al revés»: un número f pequeño es una apertura grande y un número f grande es una apertura pequeña.

¿En qué influye la apertura?

En primer lugar, la apertura influye en la exposición. Cuanto más pequeño sea el número f, más grande será la abertura del diafragma, más luz entrará en la cámara y más luminosa será la foto.

Ponemos un ejemplo, variando solamente la apertura

La apertura también influye en la profundidad de campo. Esto permite que, en la fotografía, entre más o menos componentes en la zona de nitidez.

¿Es lo mismo F4. que f/4.?

Sí, es lo mismo, simplemente son formas distintas de decirlo… aunque la que más veremos es f/

La velocidad de obturación

El obturador es un dispositivo a través del cual podemos controlar el tiempo o duración que la luz puede llegar al elemento sensible de la cámara. Antiguamente era la película, pero en la actualidad es el sensor. En las cámaras analógicas podemos encontrarlo muy fácilmente sin necesidad de destripar la máquina, pero en las digitales no.

Obturador de una Konica:

Como podemos ver, tiene dos cortinillas que se mueven para abrir y cerrar. En el espacio que dejan entre sí cuando están abiertas entra la luz. Controlando la velocidad de obturación, manejamos la velocidad a la que se mueven, es decir, el tiempo en que permanecen abiertas y, por lo tanto, si llega más o menos luz al sensor.

¿Cómo se representa la velocidad?

Los tiempos se representan en segundos. En Wikipedia encontramos una tabla que ilustra perfectamente el valor que tiene cada representación.

Por ejemplo, 30 segundos estaría representado por 30″, pero para valores más pequeños usaríamos 1/2s, 1/4s…

¿Qué podemos conseguir con la velocidad de obturación?

En primer lugar (y al igual que los números f), influye en la exposición. Cuanto más rápida sea la obturación, menos luz entrará. Por lo tanto, cuanto más lenta sea la velocidad, más luz captará el sensor de nuestra cámara y podremos captar mucho más detalles aunque la escena esté poco iluminada.

En segundo lugar, podemos congelar o captar el movimiento. Muchas veces las fotos nos salen movidas porque tenemos niveles de velocidad muy bajos (el obturador tarda mucho en cerrarse) y «a pulso» nuestras manos se mueven y la imagen no se capta bien. Para que congelar el movimiento, necesitamos una velocidad alta.

Ejemplos con una velocidad de obturación lenta:

Por último, os dejo un vídeo con el que podemos ver perfectamente dónde se encuentran el obturador y el diafragma. Os animo a que, si tenéis una cámara antigua en casa, ¡la abráis y miréis!

Cámara digital vs ojo humano

Hemos subrayado muchas veces que es importantísimo conocer los componentes de nuestra cámara… pero también es bastante importante que conozcamos cómo funciona por dentro.

Para ello, lo más sencillo es que comparemos a la cámara con el ojo humano:

Todos hemos estudiado en el colegio su funcionamiento: lo que vemos es el resultado de lo que el ojo ha captado, una vez procesado por nuestro cerebro. Como ya sabemos, los globos oculares perciben lo que nos rodea al revés y es el cerebro quien se encarga de procesar la imagen y darle la vuelta, al igual que corrige las distorsiones (como las líneas cuando convergen).

La retina vs el sensor

El cuerpo humano es una máquina perfecta y el ojo humano no encontrará rival nunca a la hora de captar imágenes. Por eso muchas veces nos frustramos cuando hacemos fotos porque «la cámara nunca hace lo mismo que veo yo». Esto es, entre otras cosas, porque el cerebro construye una imagen tridimensional de la realidad mientras que las cámaras (tanto las fotográficas como las de vídeo) no son capaces. Debemos echarle también un vistazo a la teoría del color.

La pupila vs el diafragma

La pupila es ese orificio situado en el centro del ojo que, a partir de su dilatación y contracción permite la entrada de la luz en mayor o menor medida. Lo mismo ocurre con el diafragma de la cámara fotográfica. Cuanto más abierto permanezca, más luz entrará y viceversa.

Cristalino vs lente

Un ejemplo muy fácil: si nos ponemos una gafas de sol, la imagen que percibimos será la misma que normalmente, pero más oscurecida. Lo mismo ocurre si las ponemos ante la lente de nuestra cámara. Al igual que la lente, el objetivo principal del cristalino es enfocar las imágenes a diferentes distancias.

Prueba a mirar dos objetos que estén uno más cerca de ti que el otro. Tus ojos pueden enfocar a su antojo: los dos a la vez, uno solo, ninguno de los dos… Como ya hemos dicho, el ojo es un órgano potentísimo y perfecto, por lo que es resultado será mucho más rápido frente al de una cámara.

Cerebro vs procesador

Al igual que en el caso del cuerpo humano, la luz es captada por el ojo y se procesa y convierte en un rapidísimo camino hacia el cerebro, que es quien la interpreta.

Antiguamente, lo que captábamos con la cámara, se imprimía directamente sobre la película fotográfica que colocábamos en el interior del aparato. Pero en la actualidad, gracias a la fotografía digital, el procesador de imagen es el nuevo cerebro de la fotografía. Es quien interpreta los datos que el sensor ha recogido y crea la imagen final que podemos ver en la pantalla.

Según la calidad del sensor depende la calidad de la luz, es decir, la representación de los colores, la exposición, etc.

Después de esto, por si no nos ha quedado claro o queremos ampliar, podemos echarle un vistazo a un par de post de Xatakafoto donde nos explican el proceso con más profundidad.