Ya estamos más que cansados de oírlo: «hay que entrenar el ojo«. Todos los fotógrafos a los que conozcas te lo dirán, aparte del talento, la vista es algo que se desarrolla. Se puede leer mucho, estudiar mucho e investigar hasta la saciedad, pero aparte de todo eso debemos consumir imágenes.
Como hablamos hace unos meses en otro post, existen infinidad de redes sociales, blogs y páginas en Internet donde podemos ver fotos y más fotos cada día. Es un catálogo que crece de una manera vertiginosa, a cada segundo encontramos en Internet millones de fotos nuevas que podemos (y debemos) mirar para aprender de ellas. No solo las «buenas», las «profesionales», sino todas.
Pero aparte de esto, hay una fuente de enriquecimiento muy importante para todos los fotógrafos en potencia: el cine. ¿Y qué nos puede enseñar el cine de fotografía? Todo. Al fin y al cabo, una película es una sucesión de imágenes fijas que generan la ilusión de movimiento continuo al ser reproducidas a cierta velocidad (superior a 18 fotogramas por segundo).
Pues bien, en esta ocasión os sugiero hacer la prueba con los cortos de animación. Y ante la pregunta «¿pero qué tendrá que ver un cortometraje de dibujos con las fotos que yo hago?, la respuesta es sencilla: un corto son alrededor de 10 minutos donde nuestro ojo va a ver (a asumir y a interiorizar) una serie de planos y de secuencias hechas de una manera concreta, con una estética, una iluminación y una composición de las que podemos aprender, en las que basarnos y, por supuesto, inspirarnos para hacer después lo nuestro. Tanto como una foto fija.
Dejo unos cuantos de mis cortometrajes favoritos para ilustrar lo que digo: