La apertura y la obturación, esa extraña pareja

En ocasiones las parejas son así: cada uno se dedica a algo completamente diferente del otro pero se complementan de una manera perfecta y casi mágica. Para entender cómo combinar la apertura y la velocidad de obturación, primero debemos aprender qué es cada cosa.

La apertura del diafragma

El diafragma es la parte de la cámara que determina el tamaño de la apertura. Para que nos entendamos, el objetivo posee un «agujerito» por donde pasa la luz que entra en la cámara. Nosotros podemos controlar esa cantidad de luz mediante la abertura de ese «agujerito», que haría las veces de la pupila del ojo. Cuanto más abierto, más luz entrará y viceversa.

Está compuesto por un sistema de láminas que en forma de disco se ajustan a las variaciones que se les ordene según especifiquemos el número f.

¿Qué es eso del número f?

Técnicamente, el número f es la relación entre la distancia focal (distancia entre el centro óptico de la lente y el foco cuando enfocamos al infinito) y el diámetro de abertura efectivo.

Aunque se refiera a ella, el número f no es exactamente la apertura del diafragma (la apertura es la abertura física del diafragma), sino que se trata de una representación numérica de esa abertura.

¿Cómo se leen los números f?

El concepto básico que no debemos olvidar es que los números f van «al revés»: un número f pequeño es una apertura grande y un número f grande es una apertura pequeña.

¿En qué influye la apertura?

En primer lugar, la apertura influye en la exposición. Cuanto más pequeño sea el número f, más grande será la abertura del diafragma, más luz entrará en la cámara y más luminosa será la foto.

Ponemos un ejemplo, variando solamente la apertura

La apertura también influye en la profundidad de campo. Esto permite que, en la fotografía, entre más o menos componentes en la zona de nitidez.

¿Es lo mismo F4. que f/4.?

Sí, es lo mismo, simplemente son formas distintas de decirlo… aunque la que más veremos es f/

La velocidad de obturación

El obturador es un dispositivo a través del cual podemos controlar el tiempo o duración que la luz puede llegar al elemento sensible de la cámara. Antiguamente era la película, pero en la actualidad es el sensor. En las cámaras analógicas podemos encontrarlo muy fácilmente sin necesidad de destripar la máquina, pero en las digitales no.

Obturador de una Konica:

Como podemos ver, tiene dos cortinillas que se mueven para abrir y cerrar. En el espacio que dejan entre sí cuando están abiertas entra la luz. Controlando la velocidad de obturación, manejamos la velocidad a la que se mueven, es decir, el tiempo en que permanecen abiertas y, por lo tanto, si llega más o menos luz al sensor.

¿Cómo se representa la velocidad?

Los tiempos se representan en segundos. En Wikipedia encontramos una tabla que ilustra perfectamente el valor que tiene cada representación.

Por ejemplo, 30 segundos estaría representado por 30″, pero para valores más pequeños usaríamos 1/2s, 1/4s…

¿Qué podemos conseguir con la velocidad de obturación?

En primer lugar (y al igual que los números f), influye en la exposición. Cuanto más rápida sea la obturación, menos luz entrará. Por lo tanto, cuanto más lenta sea la velocidad, más luz captará el sensor de nuestra cámara y podremos captar mucho más detalles aunque la escena esté poco iluminada.

En segundo lugar, podemos congelar o captar el movimiento. Muchas veces las fotos nos salen movidas porque tenemos niveles de velocidad muy bajos (el obturador tarda mucho en cerrarse) y «a pulso» nuestras manos se mueven y la imagen no se capta bien. Para que congelar el movimiento, necesitamos una velocidad alta.

Ejemplos con una velocidad de obturación lenta:

Por último, os dejo un vídeo con el que podemos ver perfectamente dónde se encuentran el obturador y el diafragma. Os animo a que, si tenéis una cámara antigua en casa, ¡la abráis y miréis!

Cámara digital vs ojo humano

Hemos subrayado muchas veces que es importantísimo conocer los componentes de nuestra cámara… pero también es bastante importante que conozcamos cómo funciona por dentro.

Para ello, lo más sencillo es que comparemos a la cámara con el ojo humano:

Todos hemos estudiado en el colegio su funcionamiento: lo que vemos es el resultado de lo que el ojo ha captado, una vez procesado por nuestro cerebro. Como ya sabemos, los globos oculares perciben lo que nos rodea al revés y es el cerebro quien se encarga de procesar la imagen y darle la vuelta, al igual que corrige las distorsiones (como las líneas cuando convergen).

La retina vs el sensor

El cuerpo humano es una máquina perfecta y el ojo humano no encontrará rival nunca a la hora de captar imágenes. Por eso muchas veces nos frustramos cuando hacemos fotos porque «la cámara nunca hace lo mismo que veo yo». Esto es, entre otras cosas, porque el cerebro construye una imagen tridimensional de la realidad mientras que las cámaras (tanto las fotográficas como las de vídeo) no son capaces. Debemos echarle también un vistazo a la teoría del color.

La pupila vs el diafragma

La pupila es ese orificio situado en el centro del ojo que, a partir de su dilatación y contracción permite la entrada de la luz en mayor o menor medida. Lo mismo ocurre con el diafragma de la cámara fotográfica. Cuanto más abierto permanezca, más luz entrará y viceversa.

Cristalino vs lente

Un ejemplo muy fácil: si nos ponemos una gafas de sol, la imagen que percibimos será la misma que normalmente, pero más oscurecida. Lo mismo ocurre si las ponemos ante la lente de nuestra cámara. Al igual que la lente, el objetivo principal del cristalino es enfocar las imágenes a diferentes distancias.

Prueba a mirar dos objetos que estén uno más cerca de ti que el otro. Tus ojos pueden enfocar a su antojo: los dos a la vez, uno solo, ninguno de los dos… Como ya hemos dicho, el ojo es un órgano potentísimo y perfecto, por lo que es resultado será mucho más rápido frente al de una cámara.

Cerebro vs procesador

Al igual que en el caso del cuerpo humano, la luz es captada por el ojo y se procesa y convierte en un rapidísimo camino hacia el cerebro, que es quien la interpreta.

Antiguamente, lo que captábamos con la cámara, se imprimía directamente sobre la película fotográfica que colocábamos en el interior del aparato. Pero en la actualidad, gracias a la fotografía digital, el procesador de imagen es el nuevo cerebro de la fotografía. Es quien interpreta los datos que el sensor ha recogido y crea la imagen final que podemos ver en la pantalla.

Según la calidad del sensor depende la calidad de la luz, es decir, la representación de los colores, la exposición, etc.

Después de esto, por si no nos ha quedado claro o queremos ampliar, podemos echarle un vistazo a un par de post de Xatakafoto donde nos explican el proceso con más profundidad.