¿A dónde me llevo mi cámara?

A todas partes. Siempre que puedas, coge la cámara. No es que nunca sepas qué es lo que te vas a encontrar cuando salgas de casa (que también), sino que has de hacer cientos de fotos mediocres hasta que consigas ser bueno.

Sacando fotos cada vez que vas a algún lugar, aprendes a distinguir lo que vale la pena fotografiar de lo que no. No solo debes llevarla cuando viajas a otras ciudades o países, sino que también debes llevarla encima de vez en cuando si vas a dar un paseo. Te sorprenderás de lo que tu ojo es capaz de ver cuando lo hagas a menudo y la de cosas que te piedes del mundo por no fijarte.

No solo debes hacer las fotos una vez estés en el sitio adonde vas, sino en el camino. Vas a alucinar con la infinidad de cosas que uno no ve cuando no busca y también de la cantidad de cosas que ocurren o que están delante de nuestros ojos y a las cuales no damos ninguna importancia, pero que son hermosas a su manera cuando las fotografiamos. Cualquier cosa de los más mundana puede convertirse en algo digno de fotografiar…

Esto no quiere decir que nos tengamos que presentar con la cámara en todas partes y usarla sin parar. No seamos pesados y dejemos a la gente respirar, no es necesario que en un cumpleaños estemos acosando a todo el mundo constantemente para que nos mire o nos deje de mirar porque queremos hacerles una foto, que nos metamos en medio y que no nos socialicemos, siendo nuestra cara una cámara y nuestra voz un click. Si nuestra familia o nuestros amigos quisiesen eso, contratarían a un fotógrafo profesional con el que no tuvieran que hablar, pero probablemente les apetezca estar contigo. Haz fotos, pero no te pases.

Las mejores ocasiones para practicar sin más con nuestra cámara son las tardes de paseo, los días que nos vamos a tumbar a un parque, etc. Aunque hayamos pasado por una calle una y mil veces, descubriremos que con una cámara entre las manos todo es diferente.

Algunas fotos de paseos por Madrid: